viernes, 22 de junio de 2012

      A veces tienes la suerte de encontrar a esa persona. No sabes cuánto tiempo va a quedarse contigo, ni en qué medida condiciona o va a condicionar tu vida, pero en un instante se hace imprescindible en tu día a día. Hay momentos en los que dudas entre estar enamorado o sentir necesidad, pero lo que es cierto es que el uno ha dejado de poder vivir sin el otro. 

     Armonía perfecta entre dos cuerpos que encajan a la perfección, que parecen estar hechos a medida cuyos recovecos son resueltos y sorteados como si una fina capa de aglutinante los uniera para fundirse. 

      Existe el miedo, existen las dudas eternas, los fantasmas del pasado,  pero también el inevitable deseo de amarse hasta el final. 

         Es como nadar en el Océano inmenso con la gravedad cero; cerrar los ojos y encontrar unas manos que no buscabas; abrir la mente y leer sus labios; dos elementos en un mismo cuerpo. 

           Y todo surge. Las palabras indebidas; los sentimientos prohibidos; los pactos rotos; y las lágrimas vivas; con la fragilidad de un cristal de Bohemia y la dureza de un bloque de mármol; con la esperanza y la desesperanza de un futuro; con la inocencia de un niño y la consciencia de aquel que fue herido mil veces. 

        Y si me caigo del sueño, volveré a levantarme, para volver a soñar. Y si me hieren, limpiaré mis heridas y seguiré adelante. Porque si el sueño acaba estaré satisfecha por haberme dejado la piel, pero si el sueño es para siempre, sabré que es el destino quien nos brindó la oportunidad de encontrarnos y ser felices... JUNTOS